A Isabel Nogales la conocí en Substack, cuando yo apenas empezaba a moverme por aquí y ella aún no había publicado el primer “correo de los jueves” buscando respuesta a esta pregunta: ¿Solo existe un tipo de amor? (yo sabía la respuesta nada más leerla, mi respuesta claro.)
Aquí puedes leer sus experiencias: Lo que aprendí usando Tinder
Desde entonces, nos leemos, compartimos dudas y también algunos sueños, nos reímos de nuestras historias y nos empujamos —con cariño, pero sin compasión— a escribir sin miedo.
Su espacio, Nogales Experience Substack, es una bomba de anécdotas de Tinder (sí, de esas que te hacen reír, levantar una ceja y pensar “¡hostia, esto me ha pasado a mí!”), mezcladas con reflexiones tan lúcidas que te dan ganas de mandarle un audio diciéndole: tía, gracias. Ella dice que NO todo lo que cuenta es verdad, que hay parte de ficción, pero sinceramente si la lees y conoces el dicho: la realidad supera la ficción, sabrás que de ficción poco… pero por supuesto, habrá nombres y pequeños detalles que no coincidan con la realidad, pero lo bueno, bueno, ... (entre tú y yo, fijo que es todo cierto).
Hoy tengo el gustazo de traeros un relato suyo que, sí, nació de un reto que le lancé yo. Pero ella lo llevó a su terreno y le metió lo que mejor sabe: intriga, ritmo, humor… y ese morbo elegante que te atrapa sin hacer ruido y te deja queriendo más.
Lo que más me gusta de Isabel —además de su forma de escribir— es que sé que va a conseguir todo lo que se proponga. Porque tiene cabeza, tiene voz, y una fuerza tranquila que no necesita gritar para que se note. Es una cómplice, y también un ejemplo. Y me encanta tenerla cerca, en este rincón de sexualidades abiertas y sin filtros.
Si aún no os habéis suscrito a su espacio, os estáis perdiendo una buena lectura, una buena cómplice y una mente afilada como pocas:
Os dejo con ella para que lo comprobéis por vosotr@s mism@s.
Cumpliendo promesas, aceptando retos
Más vale tarde que nunca dice el dicho español y aquí está el reto que hubiera incumplido de haberse mantenido ese ajustado plazo de 24 horas. Lo que no tiene plazo, se hace esperar...
Mi ya querida🖤 Dama_Vlc / Marta me retó hace tiempo (soy una vergüenza… si no me pones plazo… se me va el santo al cielo…🙈) a realizar un relato de tintes bdsmeros con la condición de excluir cuatro palabras: i) placer; ii) deseo; iii) excitación y iv) cuerpo.
Aquí va mi contribución a esta ciencia:
A las 17.37 en la habitación 737
Aquella melodía reconocible empezó a sonar en su teléfono, era su llamada pérdida. Era la señal...
Comienza el juego...
Se dispuso a abrir la puerta y a dejarla entornada, tal como habían acordado.
A las 17.37 en la habitación 737.
Esa dulce espera se estaba haciendo eterna.
Los nervios iniciales se habían convertido en ansia y expectación.
Cálmate por favor, te va a gustar, se dijo a sí misma.
Se dirigió a la puerta para dejarla entornada y que él pudiera pasar, y se dispuso a darle la espalda.
Mala idea pensó, así es como empiezan todas las películas de miedo en las que muere la mujer que protagoniza la escena.
¿Estaba loca? - Se preguntó-. La auto respuesta no pudo ser más certera: No, estaba más cuerda y más viva que nunca.
Los minutos de espera mientras aguardaba a que subiera en el ascensor y recorriera el largo pasillo hasta el final de la planta, se hicieron eternos.
Escuchó los pasos amortiguados por la moqueta del pasillo. Era él. Había llegado. Era el momento.
Sintió una levísima brisa pasar al abrirse la puerta, su entrada y como dejaba algo sobre ¿la cama? ¿el suelo? ¿la mesa? No dijo una sola palabra.
Su pulso se aceleró a medida que notaba su presencia cada vez más y más cerca, hasta que sintió como Alex le apartaba el pelo hacía atrás y posaba un beso en su cuello, con un ligerísimo roce.
Percibió como un suspiró se le escapaba involuntariamente y, acto seguido, escuchó por primera vez su voz en directo. Se limitó a decirle:
— Recuerda que no te está permitido hablar - dijo susurrando.
Notó que ponía suavemente la mano sobre su boca, mientras aproximaba el torso a su espalda, sintió su pulso tranquilo y calmado. Su rítmica y pausada respiración tras ella en contraste con la agitación que sentía en su propio pecho. A continuación, se alejó y Marta escuchó cómo se deslizaba una cremallera, se dispuso a sacar algo: la suave venda de seda que taparía sus ojos durante toda la sesión.
— ¿Te aprieta? -le escuchó decir- aquí tienes mi mano, si quieres que te la afloje un poco, oprímela dos veces, si no, la dejamos así.
Marta no realizó ningún movimiento, estaba cómoda con su venda e intentaba retener cada uno de los detalles en su memoria.
Vendados sus ojos y con la seguridad de que no podría verlo, percibió como se situaba frente a ella y como aproximaba su boca a sus labios, el calor de su respiración contenida y otro suave, leve y casi imperceptible beso en ellos, sólo para anticipar lo que iba a suceder el resto de la tarde: siempre iba a dejarla con ganas de más.
— Ahora ¿sabes lo que toca? – dijo mientras se reía- Ya, no puedes hablar… y me encanta esta forma en la que estás cumpliendo todo sin rechistar, sin hacer un breve gesto de protesta, me encanta como te estás abriendo a la experiencia.
Se rio y añadió:
— Shshshsh… no te preocupes, por supuesto que luego habrá recompensa.
Marta sintió el calor de sus manos en la cintura, el roce imperceptible de su vestido al alzarse y sus medias de seda azul deslizándose lentamente a lo largo de sus piernas, obedeciendo la caricia experta de unas manos que apenas rozaban su piel, pero que incendiaban cada centímetro descubierto. No había prisa, solo el ritmo calculado de quien ha ejecutado esta tarea sobre tantas otras piernas, con una precisión casi clínica, al albur del contenido aliento de un niño que abre el regalo esperado por largo tiempo.
La cogió de la mano y la llevó al sillón del otro lado de la habitación, la sentó suavemente y dijo:
— Ahora prepárate para sentir algo distinto, algo que no has sentido nunca antes.
Marta escuchó el crujir de lo que podía ser ¿cartón? - qué narices iba a suceder, se preguntó-. Escuchó algo resquebrajarse y acto seguido, notó como Alex cogía delicadamente su pie derecho y lo hundía en algo frío y untuoso, ¿acaso era cierto? ¿de verdad había traído una tarta? No se lo podía creer, se le dibujó una pícara sonrisa y soltó una pequeña e involuntaria risita.
— Marta…ahora vamos a saber si me has engañado o no.
Hizo un silencio mientras hundía, aun más, su exquisito pie y dijo:
— Shshshshs…recuerda, no puedes hablar, reírte sería romper nuestro pacto. Cómo te rías me levanto y me voy -dijo en un tono más paternalista que amenazante- aunque me pierda estos suaves, preciosos, delicados y maravillosos pies.
Marta sintió el impulso de hablar y hacerle rabiar para ver qué pasaba, pero se contuvo, sentía una curiosidad tremenda. Qué le había llevado a adentrarse en ese plan con ese desconocido de voz sensual ¿pies? ¿cómo? ¿en qué momento? Desde que lo conoció le había hecho más fotos a sus pies que en toda su vida, ¿en qué momento se había metido en ese berenjenal?
No quiso pensarlo, sólo disfrutar y sentir ese ¿dulce momento? Experimentar esa poco común experiencia. No iba a dejar que su mente se lo arruinase.
La primera vez que sintió la humedecida superficie de la lengua de Alex deslizarse por su talón, se sintió extraña, a media que avanzaba retirando la nata y llegando a los dedos y percibía la ansiedad en sus movimientos, Marta empezó a darse cuenta de que eso le gustaba. No la sensación en sí, sino que sus pies provocaran eso en un hombre. Le gustaba que esa parte olvidada y obviada por otros muchos fuera capaz de provocar en la persona que tenía enfrente un torbellino de emoción desmedida. Se dejó engatusar por las caricias de su lengua, por la urgencia de su mandíbula y hasta por los leves y gustosos mordiscos. Estaba ciertamente exaltada y su pecho latía más fuerte, esperando a lo que llegara después y a disfrutar de esa fiesta a la que era espectadora sin serlo, que estaba viendo sin ver y a la que sólo estaban invitados sus pies y sus piernas.
De repente, empezó a notar que los movimientos de Alex se hacían más violentos, más ansiosos, más desmedidos y como con un leve e intenso mordisco en el arco de su pie izquierdo caía sobre su regazo, exhausto.
Dejó que la turbidez de su respiración se fuera aplacando poco a poco, estuvo a punto de pronunciar unas palabras y renunciar a su pacto de silencio. No sabía qué había pasado, pero le había encantado, le había encantado ser partícipe e invitada a esa fiesta sin ella.
Su pensamiento quedó interrumpido por su voz, esta vez menos pausada y contenida.
— Tranquila, Martita, te has portado muy bien. Déjame reponerme y ahora empieza tu fiesta -le dijo Alex contestando a su pensamiento en alto- lo prometido es deuda y sabes que soy hombre de palabra.
Era como si Alex tuviera acceso a su mente ¿Cómo era posible que ese extraño la comprendiera mucho más que cualquier otra persona?
Si has llegado hasta aquí, ya te habrás dado cuenta de que Isabel no escribe, seduce. Así que, si te ha gustado lo que acabas de leer, no te vayas sin suscribirte a su newsletter:
Y si has llegado hasta aquí desde Nogales Experience… bienvenida. Aquí las historias se cuentan con ganas, con piel y con mente despierta. Puedes suscribirte a mi espacio aquí abajo, o curiosear un poco más. En esta casa, el morbo tiene muchas formas.
Desde el rincón donde los deseos descansan,
Dama_Vlc🖤
Nunca me imaginé que habría un titular con mi nombre y el apelativo "mente morbosa", pero si Marta lo dice que es experta en esto, será porque es cierto.
Muchas gracias por retarme y por invitarme a esta, tu casa en Substack, y muchas gracias por esa pedazo de presentación ❤️❤️❤️
Así da gusto ser invitada!!
Ahora tengo mucha curiosidad por saber qué se siente al pisar un pastel 🤣 El fresquito tiene pinta de ser agradable.